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Carne de Dios en Lampedusa

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Imagen del artículo para la cuarta semana de Adviento por @pepemontalva

Cuando estamos ya cerca de la celebración de la Navidad, nos erizan la piel las imágenes que han dado la vuelta al mundo y que publicó la RAI 2 en su telediario de hace unos días, mostrando el trato inhumano dado a los inmigrantes del centro de acogida de Lampedusa. Una vez más Lampedusa. Lampedusa como icono de la infamia y la indecencia de un mundo rico que deja al aire sus vergüenzas cuando pisotea los derechos fundamentales de las personas: en el patio, al aire libre y con temperaturas invernales, cuerpos desnudos a la vista de todos fumigados literalmente para combatir la sarna. Vacunados como ganado. Humillante. Indecente. Vergonzoso. Khalid, testigo cotidiano de cuanto sucede, va repitiendo al grabar las imágenes con su teléfono móvil: “como animales, nos tratan como animales”. Es un grito angustioso de denuncia y de decepción ante un espectáculo que recuerda, sin miramientos, a los campos de concentración de otras historias y otras épocas. Vallas ignominiosas que bloquean los sueños, cuchillas que laceran la piel o cuerpos desnudos despojados de dignidad ¿No son acaso la misma tragedia?

Esta cuarta semana de Adviento nos prepara a la fiesta cristiana de la Encarnación. La liturgia que celebraremos estos días nos recordará el realismo de un Dios que se hace uno de nosotros para abrir sendas de liberación en nuestro mundo. Los seguidores del Maestro no podemos perdernos en sensibilidades y nostalgias de un tiempo acaramelado a fuerza de una rutinaria fiesta social. Por el contrario, queremos mirar con ojos nuevos la realidad para descubrir la “carne de Cristo” en la piel lacerada de nuestros hermanos y hermanas que son machacados por la injusticia, la soledad o el abandono.

Vivir y creer la Encarnación, celebrar la Navidad, es hacer nuestro corazón más solidario; es no mirar para otro lado; es asumir la carne de Dios-con-nosotros en la debilidad de las vidas maltrechas de las personas que encontramos por el camino; es creer, contra todo, que el futuro es de Dios-nuestra-justicia y que podemos adelantarlo en el hoy de nuestra historia.

Celebraremos estos días con la impotencia que experimentamos ante un mundo que vomita la carne de Dios que son los pequeños y empobrecidos. Los cristianos seguiremos elevando nuestra plegaria para que “los cielos lluevan al justo”, para que la tierra se abra y surja un mundo nuevo, diferente, que hemos de hacer posible con el esfuerzo de los hombre y mujeres de buena voluntad. Cantaremos “Gloria a Dios en las alturas” y nuestra mente y nuestro corazón aquí abajo estarán pendientes del suelo, de las fronteras, de las vallas y cuchillas que impiden que, de veras, “la gloria de Dios sea que el hombre viva” (San Ireneo). Feliz Navidad.

Fuego en la espalda y el corazón

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Imagen de @pepemontalva del tercer domingo de adviento

@jmnunezsdb: Me contaba mi hermano Vaclav Klement, salesiano misionero y buen conocedor de la cultura oriental, que en chino mandarín, la palabra y el concepto de la “luz” se expresa con la idea de un hombre portando fuego en la espalda. Es una intuición enormemente sugerente que me ha ayudado a pensar en estos días de adviento y que puede introducirnos a la tercera semana de este tiempo de esperanza y compromiso transformador.

La pregunta clave en esta tercera etapa del camino será ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro? Es el interrogante que los enviados de Juan el Bautista – encarcelado por Herodes – hacen a Jesús al comienzo de su predicación. La respuesta del Maestro no se hace esperar. Les invita a descifrar los signos que ven a su alrededor: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen y a los pobres se les anuncia una buena noticia liberadora. Son los signos del Reino que ya está presente entre nosotros. Jesús es el Reino. Él es quien tenía que venir. El esperado de los tiempos. El Mesías de Dios, la luz que vino al mundo y muchos no reconocieron.

En esta semana, avanzando en nuestro camino de Adviento, estamos invitados a preguntarnos en primera persona: Y yo, ¿sé reconocer a Jesús el Cristo en al camino que vivo y comparto cada día? ¿Descubro a Dios-con-nosotros en mis hermanos, en los pobres, en la comunidad, en la Palabra, en la Eucaristía? Quizás tengamos que abrir más los ojos y disponer mejor el corazón ¿no os parece?

Pero hay una pregunta que nos lleva aún más allá: ¿Soy yo un signo creíble del que ha de venir o tendrán que esperar a otro? Los cristianos somos hoy signos de la Luz. Como en la cultura china, si queremos alumbrar hemos de quemarnos, llevar fuego en nuestro corazón, de modo que muchos a nuestro alrededor puedan descubrir que también nosotros somos precursores de Cristo el Señor, palabra suya pronunciada en su nombre, una pequeña lámpara que arde y se consume para indicar a todos que Dios está de nuestra parte y es misericordia y ternura para con nosotros.

En estos días, cercanos a la Navidad, pidamos que se abran los cielos y lluevan al Justo. Que Aquel que ha venido a poner fuego en la entraña de la tierra, avive también nuestra llama en este tiempo de gracia y liberación. ¡Buena semana!

Las lámparas encendidas

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Imagen para el ciclo de artículos sobre el adviendo por @pepeja

@jmnunezsdb: Este primer Domingo del tiempo de Adviento nos invita a estar vigilantes. Como quien otea el horizonte, los seguidores del Maestro levantamos la mirada para descubrir, allá a lo lejos, al Señor que viene a nuestro encuentro. Lo hizo una vez, hace más de dos mil años, naciendo en nuestra carne y volverá para recapitular todas las cosas y abrazarnos definitivamente en Dios. Los cristianos mantenemos viva la esperanza del encuentro. Por eso hoy la Palabra nos pide encender las lámparas y estar dispuestos para abrir la puerta apenas llegue y llame.

Pero la esperanza no nos mantiene con los brazos cruzados. Por el contrario, vamos adelante arremangados y bien implicados en la realidad que nos rodea. Jesús, hombre-para-los-demás, nos enseñó tras la primera Navidad, cómo vivir según el corazón de Dios: pasando por la vida haciendo el bien, sanando heridas y liberando de todo lo que impide a las personas vivir con la dignidad de hijos de Dios, alentando la esperanza de quienes la han perdido en algún recodo del camino, abriendo las prisiones injustas. Mantenemos la lámpara de nuestra vida encendida porque queremos custodiar el don recibido y la Palabra de Jesús puede iluminar también el sendero de quienes caminan a nuestro lado. Por eso nos empeñamos en ser una pequeña luz, en medio de la opacidad de la vida, que brilla humilde y audaz aún cuando sopla viento del norte.

Dios viene. Viene siempre. Pasa a nuestro lado y busca sentarse a la mesa con nosotros. Y acomoda a nuestro lado a todos los excluidos del banquete. Son sus preferidos, los que habitualmente solo comen las migajas que caen de la mesa del señor. Por eso prepara para ellos una mesa abundante y nos pide que hagamos sitio para los más pequeños. Son los caminos que hay que enderezar y los descampados que hay habitar. Dadles vosotros de comer, nos hemos sentido decir.

Este primer Domingo de Adviento nos invita a levantarnos, a dejar atrás despistes y medianías, a salir de nuestra comodidad y disponerlo todo para no perdernos la oportunidad de acogerlo. En la luz de nuestro corazón, en la limpieza de nuestra mirada, en la Palabra proclamada y acogida, en los hermanos a los que servimos, en los empobrecidos… Dios nos viene al encuentro. ¡Buen Domingo! y ¡Buena semana!

Tiempo de Adviento

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Imagen para el ciclo de artículos sobre el adviento por @pepeja

@jmnunezsdb: El Adviento es un tiempo litúrgico para la esperanza. Durante cuatro semanas, los cristianos preparamos la fiesta de la Navidad actualizando el misterio central de nuestra fe: la Encarnación, Dios que se hace hombre, que coge nuestro paso, que se hace historia. Jesús de Nazaret es uno de los nuestros, Dios-con-nosotros, nuestro hermano. Como todos los acontecimientos importantes, preparamos la Navidad con esmero y detalle, poniendo a punto – sobre todo – nuestro corazón y disponiendo caminos que posibiliten el encuentro con el Dios de la Vida.

Sucedió una vez en la historia y, desde entonces, nada es igual. El amor de Dios, más fuerte que la oscuridad y que la muerte, ha iluminado las sombras y ha disipado la tiniebla del mundo. Jesús, el Verbo encarnado, ha dado sentido a la existencia de las personas porque en El hemos experimentado el abrazo de ternura y de misericordia de Dios. Su Palabra, hecha carne, abriga el alma de todos los que buscan orillas más cálidas desde las que vivir compartiendo el camino, como Jesús, aliviando la carga de quienes más fatigan para salir adelante.

Pero no solo recordamos cuanto sucedió sino que, experimentando la Presencia del Dios Viviente, alienta en nosotros la esperanza en un futuro más pleno que ya se acerca. Como se aviva la llama del rescoldo y las brasas, la brisa del Espíritu aviva nuestra esperanza y alienta nuestro caminar. Como hombres y mujeres comprometidos con el Reino, los cristianos levantamos la mirada y percibimos por delante un horizonte de plenitud hacia el que queremos seguir caminando con nuestros hermanos y hermanas. Codo a codo, paso a paso, junto a quien le cuesta más caminar, vamos adelante poniendo acogida y bondad en cada recodo del sendero. El Adviento nos invita a renovar la vida y el compromiso señalando la vereda por la que nos precedió nuestro Maestro.

Cuatro semanas para preparar la fiesta. Cuatro semanas para allanar caminos. Cuatro semanas para compartir la vida. Cuatro semanas para pintar el mundo de esperanza. Adviento es la certeza de que Dios viene a nuestro encuentro.

Durante los próximos cuatro domingos publicaré una invitación a vivir cada semana de adviento desde la esperanza y el gozo en la llegada de Jesús a nuestras vida, a nuestros corazones. No te lo pierdas.

 

La imagen de este artículo y de los próximos es de @pepemontalva
 

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