@jmanu_barreiro: Por favor, antes de seguir leyendo este artículo tómate 10 minutos y mira este video con calma.
Ya lo has hecho?
Entonces puedes seguir leyendo…
Es difícil tratar de añadir algo a este video.
La primera vez que lo vi fue hace un par de meses, en unas convivencias para educadores cristianos que hubo en León dinamizadas por Txetxu Villota SDB (por si a alguien le suena). Es un video que me encanta.
Me encanta porque lo entiendo, porque ya lo he vivido.
Sé que para una persona no creyente o que nunca ha tenido la experiencia de encontrarse con Dios puede sonar raro y/o no entender «ni papa» de lo que dice.
– «¿Cómo puede uno encontrarse con alguien al que no puedes oír, ver, tocar ni oler (ni tampoco saborear incluso)?
Sin embargo hay personas que aseguran que lo pueden sentir.
– » ¿¡¿?!? «
Hay un relato en la Biblia muy conocido que sirve como ejemplo sobre cómo consigue uno/a escuchar esa música de la que habla el video, el relato de Los discípulos de Emaús. En este relato se nos presenta cómo Jesús puede estar junto a nosotros, caminar a nuestro lado y nosotros no ser capaces de reconocerle hasta que vemos sus signos.
¡Pero ojo!
Sus signos no son simplemente el partir el pan, si no saber qué significa realmente eso de partir el pan, qué es eso de darse en cuerpo y alma a los demás sin recibir nada a cambio o incluso siendo condenado por ello…
Y no solo es ese el único signo, sino que hay muchos otros más, tantos como formas de amar al prójimo puedas imaginarte.
– «Pero… amar a una persona es simplemente amar ¿no?, quiero decir, yo puedo imaginarme eso de amar al prójimo de mil y una maneras pero sigo sin ver a Dios en ellas»
Pues es cierto, al menos al principio lo ves así, pero llega un momento en que de repente sientes a Dios a tu lado rodeándolo todo, abarcándolo todo como una música que lo invade todo.
Lo malo es que El de Arriba es un poco mal educado, llega de repente y sin avisar.
Puedes estar buscándolo durante mucho tiempo, años incluso, pero él llegará en cualquier momento.
– «¿Entonces para qué voy a buscarle? si realmente existe y me estás diciendo que ya vendrá cuando le dé la gana, ¿por qué tengo que buscarle?»
Pues por lo que ya he dicho antes, Él está a nuestro lado sin que nosotros lo veamos y solo le vemos cuando reconocemos sus signos.
Es decir, la búsqueda que debe emprender uno para encontrar a Dios no es la búsqueda de Dios si no la búsqueda de sus signos, y para ello los cristianos ya tenemos a un guía muy bueno, Jesús.
La única pega es que sus enseñanzas están escritas en unos libros de hace ya más de 2000 años y aunque están traducidos a montones de idiomas, el lenguaje está ya un poco «anticuado» y no son tan fáciles de entender como parecen a simple vista.
Y también hay muchas más personas a lo largo de la historia (aunque se inspiran en Jesús a su vez) que nos pueden servir de guías y no me refiero solo a los santos y santas que aparecen en los calendarios ni a personajes famosos, puede ser una persona de tu ciudad, de tu barrio, de tu parroquia…
Con un poco que busques aparecen enseguida.
Pero sobre esto de los signos, Jesús y los guías ya hablaré en otro momento, a lo largo de esta revista habrá más gente que hablará también de ellos.
Y para terminar os dejo este poema del siglo XIV del poeta persa Hafiz, un poema que queda niquelao después de haber visto el vídeo del principio
«Cada niño ha conocido a Dios,
no al Dios de los distintos nombres (que le damos),
no al Dios de lo que no se puede hacer,
sino al Dios que sólo sabe cuatro palabras y
que las repite una y otra vez diciendo:
ven y baila conmigo, ven y baila conmigo…»