@al3rdia: Hoy queremos ofrecer una oración que puede acompañarnos en momento de dolor y sufrimiento ante una pérdida.
«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí» (Juan 14, 1)
Hay muchas situaciones en la vida que nos desestabilizan, que hacen que, aparentemente, desaparezca el suelo firme sobre el que caminamos. Situados como estamos ante el dolor y el sufrimiento de personas queridas, venimos a tratar de vivir estos difíciles momentos desde Dios.
A buscar una palabra, la de Dios, que nos oriente, que nos sostenga, que nos ayude a pasar este duro trago y a vivirlo con esperanza, confianza y amor. Y no sólo eso, también esperamos encontrar la sabiduría para acompañar a quienes sufren.
Venimos a encontrarnos con Dios para, una vez con Él, poder testimoniarlo y ofrecerlo a quienes lo sientan lejano y distante
Lectura (1Cor 13, 11-13)
«Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; al hacerme adulto, abandoné las niñerías. Ahora vemos como enigmas en un espejo, entonces, veremos cara a cara. Ahora conozco a medias, entonces conoceré tan bien como soy conocido. Ahora nos quedan: la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande de todas es el amor.»
Meditación «Para tratar de vivir el dolor y el sufrimiento en cristiano»
En estos momentos hay muchas ideas que nos vienen a la cabeza y sentimientos que nos sabemos muy bien cómo comprender:
«La vida es una basura»… parece que nada tiene sentido; que, al final, no merece la pena ningún esfuerzo, ningún proyecto, ninguna ilusión. Es la tentación fácil de la desesperanza, del derrotismo… Sin embargo, pese a este pensamiento, sabemos que no podemos vivir sin desear, sin avanzar. No podemos vivir sin aspirar a más, sin buscar plenitud. Hay algo que nos sostiene: la fe. Hay algo que nos impulsa: la esperanza. Hay algo que nos llena y que no tiene fin: el amor.
¿Qué te sostiene? ¿Que te mueve? ¿Qué te llena?
«Dios no es justo»… siempre buscamos un culpable, alguien sobre el que cargar con nuestras incomprensiones. Cuanto mayor es la falta de comprensión, necesitamos alguien mayor que se haga responsable de todo… y, ¡cómo no!, para eso siempre está Dios. Es la tentación de quien se quiere desentender de todo y no busca comprender ni comprometerse… Nos cuesta comprender y aceptar que la vida tiene sus reglas, sus momentos de dolor y de sufrimiento, y preferimos vivir muy superficialmente huyendo de estos momentos. También, nos cuesta vivir sin esperar nada a cambio. Vivimos comerciando con Dios, como si Él nos debiera algo. Sin embargo es al contrario. Dios teje nuestra vida, respetando sus reglas ―también la del sufrimiento―, y nos da mil oportunidades para amar a los demás, a la medida de su amor.
¿Vives la vida (toda) de manera consciente? ¿Qué te cuesta más aceptar?
¿Amas y te entregas por Amor, o pidiendo cosas a cambio?
«Que se haga la voluntad de Dios»… lo hemos oído tantas veces…, lo hemos llegado a decir en tantas ocasiones… ¡¿Pero es que Dios quiere el dolor?! Si es así, este Dios no merece mi seguimiento, ni mi fe. Por mucho que lo haya dicho Jesús en sus últimas horas, a mi no me merece la pena. No me convence… Pero si miramos con atención la vida de Jesús, la voluntad de Dios no es el dolor, pero tampoco esquivarnos de él; Sino mostrarnos que el dolor no tiene la última palabra. Él, en su humanidad, ha conocido el sufrimiento hasta la cruz y por la fuerza del Amor de Dios lo ha vencido. Ésa sí es su voluntad, y no la de llevar a la gente a la desgracia. Pedir que se haga la voluntad de Dios es pedir que, en este paso, nos acompañe hacia el Amor, que sepamos vivirlo desde Él.
¿Te cuesta vivir estos momentos puesto/a en sus manos?
¿No es acaso «su voluntad» (la del amor) lo que buscamos cotidianamente?
Oración
¡Oh Dios!,
de mi debilidad y mi fortaleza,
de mi tristeza y de mi alegría,
de mi soledad y compañía,
de mi incertidumbre y esperanza.
En el tiempo de mi incertidumbre
me pongo en tus manos de Padre:
Alumbra esta oscuridad con un rayo de tu Luz,
abre una rendija a mi esperanza,
llena con tu Presencia mi soledad.
Señor,
que el sufrimiento de los demás no me aplaste,
que sepa mirar con esperanza cada acontecimiento
y que, en ellos, descubra lo que Tú quieres de mi.
Amén