@pablitorf: Con el título de el artículo, que es una impactante frase, concluía el Evangelio de Lucas de ayer. Esa frase a día de hoy todavía resuena en mi cabeza, no me muestro indiFerente a ella, no se puede pasar por alto.
Nuestra vida parece que está dominada por las cadenas del consumismo, muchas veces comportándonos como los saduceos y como los hermanos a los que hacían referencia. Queremos consumir muchas cosas, de manera rápida y que se acaben pronto, para poder seguir consumiendo otras nuevas aunque no nos dé tiempo a saborearlas (o no obtengamos descendencia). A veces nuestro ritmo de vida no nos deja tiempo para reflexionar o tener un minuto de nuestro día para pararnos a pensar las cosas.
¿Dónde está nuestro compromiso de cara al más desfavorecido? ¿Tenemos tiempo para los más necesitamos o para las personas que nos rodean? Nuestro Dios no tiene que ser un Dios de muertos, de aquellas personas que se rinden a las cadenas del sistema consumista, siendo a veces personas dormidas. Nuestro Dios ha de ser un Dios de vivos, un Dios de revolucionarios que deciden romper con lo establecido y frenar esas cadenas, romperlas y salir a la búsqueda de nuestro hermano que más lo necesita.
Cuando nuestras Instituciones a veces parece que nos abandonan y nos dejan, perdone la expresión, con el culo al aire, nuestra respuesta y nuestro objetivo ha de ser siempre el mismo, amar a los demás, salir a ayudar a los que más pueden necesitarnos, en definitiva, comprometernos en nuestro día a día con el prójimo que, a veces, es el que tenemos más próximo.
Yo tampoco me muestro indiferente a este evangelio.
Este fin de semana escuchaba un disco que me acababa de llegar a casa: Desnudo de @jota_llorente. Supongo que te sonará.
Después de estar toda la tarde del sábado escuchándolo en modo de repetición infinita me quedé con una canción: «En lo que creo». Espero que tengas el disco y sepas de cual hablo.
Esta canción comienza con un fragmento de la homilía del 23 de Marzo de 1980 de Monseñor Óscar Romero. Uno de los grandes profetas del último siglo, uno que no sé quedó indiferente ante la crueldad que vivía su pueblo y le dio voz a los que no la tenían.
Después llegó el Domingo y me recuerdan una vez más que Dios no es un Dios de Muertos, si no de Vivos!!!
Oscar Romero defendía precisamente ésto, él no podía consolar a su pueblo con la promesa del Reino de Dios como un Reino para los Muertos. Al igual que Jesús, defendió a sus hermanos y hermanas más necesitadas y murió por tratar de devolverles la dignidad que se les había arrebatado.
Los cristianos no podemos ser unos meros pasajeros sentados en el tren viendo la vida pasar por la ventana hasta que llegamos a nuestro destino. Tenemos que hacer que el viaje merezca la pena para nosotros y para nuestros compañeros de viaje!
«Bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre porque quedareis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres y os excluyan (…)»