Jesús, Luz del mundo

Publicado en 04 diciembre 2013  

#JuankyAonso:

Llaman a la puerta.

Eso creo.

No estoy seguro.

Baa… Seguro que ha sido la puerta del vecino.

Vuelven a llamar.

Será que el vecino no está en casa.

Vuelven a llamar.

¿Y si es para mí?

Uff… Tendré que levantarme a comprobarlo.

¿Y si no es para mi? ¡Me habré levantado para nada!

Con lo interesante que está la película…

Llaman de nuevo.

Seguro que es para venderme algo. Paso.

A ver si se creen que pueden venir a mi casa a molestarme cuando quieran.

Siguen llamando.

¡No puede ser!¡¿Quién será el pesado?!

Además, la película sigue estando interesante.

Bueno, en realidad no tanto… Ya me la he visto 3 veces. Tiene algunos puntos buenos, pero es una pérdida de tiempo.

Llaman.

¿Quién será? ¿Qué querrá? ¿Qué horas son estas?

¿Me dejará dormir tranquilo?

Igual es algo importante. Por cierto, eso me recuerda que mañana tengo que pasarme a comprar el regalo de Matías. ¡Eso sí que es importante!

¿Es importante? ¿Qué es realmente importante? Porque claro, ¿de qué me sirve ganar el mundo entero si… ¡Uff! Para, para, que estás empezando a desvariar. A ver, ¿qué le voy a comprar a Matías? Le gustan los…

Toc, toc.

 

¿En serio? ¿Todavía sigue ahí?

La verdad es que tiene fácil solución, bastaría con levantarse del sillón y hacer un pequeño giro de muñeca mientras se sujeta la manilla de la puerta. Pero se está tan bien en el sillón. Tan cómodo. Tan calentito. Tan… aburrido. Vacío. Insulso.

Quizá si abro la puerta… ¡Pero me perderé el final de la película!

¿En serio? ¿Otra vez? ¿Te vas a quedar en el círculo que retorna una y otra vez a sí mismo?

Me levantaré. Seguro que tiene algo interesante que contarme, sea quien sea. Con suerte algo que no he escuchado nunca. ¿Quién sabe? Podría ser el Amor de mi vida y yo aquí…

Toc, toc, toc.

 

«Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo.»

(Apocalipsis 4, 20)

Cuadro pintado por William Holman Hunt. Se puede ver en la Catedral de S. Pablo, en Londres.

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