@jimenezjosel: El patriarca de las tres religiones monoteístas, Abraham, vivió, según nos narra el génesis, una de las experiencias más fuertes que puede vivir una persona, fue un migrante. Aunque en la historia aparece como una acción provocada por la fe y la confianza en un Dios que te llama a salir de su tierra, estoy seguro que también caminaba buscando unos mejores pastos para sus rebaños y una mejor vida para su familia (o tribu), de la cual era patriarca. No es mi intención eliminar a Dios de la ecuación, ya que creo que el proceso de fe que vive Abraham es ejemplo para cada uno de nosotros, que sentimos algún tipo de llamada y tenemos que responder, pero si me gustaría que equiparásemos la experiencia que narra la Biblia con la experiencia de los millones de personas en todo el mundo que deciden emprender un camino incierto con la esperanza de una vida mejor.
Esta es la vida del migrante, siempre con la esperanza por linterna, la apertura de mente para adaptarse a nuevos idiomas, nuevas costumbres y nuevas personas; y ese dolor escondido en el corazón por haber dejado casa, familia y vida en la tierra natal.
Si lo pensamos durante un minuto, migrantes somos todos, a veces cambiamos de país o de continente, pero también vive una experiencia semejante quien cambia de colegio o instituto, quien cambia de trabajo o de ciudad dentro del mismo país.
Por ello, múltiples entidades religiosas (tanto cristianas como musulmanas), en comunión (común unión) se propusieron celebrar este día del migrante de una manera festiva. Convocaron una concentración en Goya, junto al palacio de deportes. Desgraciadamente el tiempo no acompañó y pudimos juntarnos unas 200 personas. Gritamos por leyes que criminalizan al migrante, por barreras que hieren en la piel y en el corazón. Gritamos contra la indiferencia del pueblo sumido en su supuesto confort. Gritamos por los derechos de los trabajadores migrantes, que pueden compararse con la esclavitud. Gritamos si, pero también recitamos poesía, también bailamos y saltamos al ritmo del rap y de la música de Manolo Cope y Migueli. También rezamos a ese Dios que nunca nos abandona, aunque no sintiéramos apoyo de aquellos que dicen representarle en nuestras diócesis.
Mi viene a la cabeza la canción que grabó el colectivo 995 para Amnistía Internacional, llamada Ponte en mi piel porque seguimos viviendo en un mundo sin empatía por aquel que sufre, por aquel que nos necesita. Seguimos teniendo un corazón de piedra, pidámosle Dios que lo transforme en un corazón de carne, como pide el profeta Ezequiel.
Para no perder la perspectiva festiva del día, grabé un vídeo de Migueli, cantando Titulitis, esa canción que todo el mundo conoce por el estribillo que dice que «Yo tengo un culo…» y lo comparto para que de vez en cuando no perdamos la perspectiva.
Por último no puedo dejar de agradecer a la gente de la HOAC, la JEC y la JOC por hacerme sentir en casa, mientras entrábamos en calor tras la concentración.